miércoles, 13 de junio de 2012

ORIGEN DEL MASAJE



Convencida de que en todas las culturas, todas, se realizaron masajes (por lo comentado en la entrada anterior), hubo unas que lo difundieron más que otras. Dependiendo del origen, el masaje se realizará y se entenderá de una forma o de otra. A pesar de las diferencias, existe una relación profunda entre todas ellas: la búsqueda de la mejora personal, tanto física como psíquica.
La diferencia es muy clara entre la concepción del masaje en Occcidente y en Oriente: 
Occidente se centra en el cuerpo físico. Oriente en las energías que circulan por el cuerpo.

Occidente:

Abandonar una posición tan estable como es la cuadrúpeda en favor de la bípeda supuso un desequilibrio postural permanente. Por ejemplo, el esfuerzo necesario para mantener la verticalidad implica sobrecargas musculares a la espalda. La gravedad comprime nuestra columna vertical, favorece el desgaste de dicha estructura y en consecuencia sufrimos patologías vertebrales. Otro ejemplo lo vemos en nuestra circulación, que se ve afectada dada la dificultad del retorno venoso produciéndose varices.

El masaje occidental actúa esencialmente en la musculatura. Se orienta a procesos de recuperación tras el esfuerzo. Vigila especialmente la correcta realización. Los príncipios físicos son los que rigen, dejando algo apartados los principios filosóficos o energéticos.

El tratamiento occidental cumple la finalidad de descarga, relajación, estiramiento...actuando sobre grupos musculares superficiales y profundos, eliminando o aliviando los puntos de dolor.

Oriente:

Su orientación es filosófica. Considera el cuerpo como un canal por el que circulan energías. Si estas energías no encuentran obstáculos y viajan libremente, el cuerpo está sano. El objetivo del masaje será devolver los cuerpos a un estado de armonía destruyendo las barreras que frenan la libre circulación de las energías.

Existen el yin y el yang. Cuando se encuentran en un equilibrio dinámico, gozamos de salud. Si no existe este equilibrio, el cuerpo se predispone a sufrir todo tipo de patologías. El yin y el yang son las dos fuerzas fundamentales, opuestas y complementarias: luz y oscuridad, sonido y silencio, calor y frío, movimiento y quietud, vida y muerte, mente y cuerpo, masculino y femenino.
El yin es el principio femenino, la tierra, la oscuridad, la pasividad y la absorción. El yang es el principio masculino, el cielo, la luz, la actividad y la penetración. El aumento de una implica la disminución de la otra en el mismo grado.

En el masaje oriental se exploran las zonas calientes, frías, tensas, hipotónicas... y la acción del masaje irá encaminada a lograr una circulación libre de las energías que nos recorren, de forma que se produzca un regreso a la armonía original. Aportaremos movimiento y calor a las zonas pasivas, relajaremos y estiraremos las zonas cuya tensión reprime la circulación energética.


Personalmente, me centraré en el masaje occidental.

El masaje es la práctica de una serie de técnicas de aplicación de presión, fricción, tensión, movimiento o vibraciones, manualmente (quiromasaje) o por medios mecánicos, sobre los tejidos blandos del cuerpo incluyendo músculos, tejido conjuntivo, articulaciones, ligamentos, tendones y vasos linfáticos, y activa la circulación sanguínea.
El masaje se utiliza por sus efectos mecánicos y reflejos sobre la musculatura, sobre la piel, la circulación y las vainas tendinosas. Los masajes tonificantes aumentan el tono muscular, mientras que los destonificantes lo relajan.

Mucho antes de su reconocimiento y perfeccionamiento como recurso terapéutico, el masaje había sido ampliamente utilizado como medio de mejora y mantenimiento del estado de salud asociado con frecuencia a otras técnicas como la de utilización del agua, los baños, etc.

Encontramos manuscritos y grabados chinos, hindúes y egipcios. Considerado como un arte más dentro de la práctica de la medicina, la antigua cultura griega lo desarrolló y de ahí pasó a las culturas islámica y romana. De esta última lo heredó occidente, pasando por un período de marcado rechazo durante la Edad Media y redescubierto en el Renacimiento. Al llegar al siglo XIX se produce un espectacular auge de la práctica, estudio y desarrollo del masaje.

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